Cosas que nunca me dije: inventario

¿Qué es lo que no deseo? pensar en lo que no quiero. Por eso -y porque sí- hago inventario de lo que tengo, de mis pertenencias materiales y mis patrimonios intangibles, descubriendo pistas sobre aquello que me falta. 

Estas son, anárquicamente ordenadas (extravagante paradoja),  algunas de mis posesiones:

  • Dos pies izquierdos.
  • Una Moleskine que no me sirve: sigo olvidando casi todo lo importante.
  • Una casa, o más bien un pisito, a medias con un señor gris de gafas que se dice director de banca.
  • Mala leche y buena miga.
  • Incontables juegos de llaves, lentes, carteras, relojes y deseos, extraviados en algún rincón de algún recóndito lugar de este mundo. 
  • Un potus –Scindapsus aureus le gusta apodarse con aire arrogante- empecinado en no morirse como el resto de plantas que han pasado por mi vida (todas se fueron desnudando poquito a poco hasta decir adiós).
  • Un auto, altruista y generoso, que hace lo posible por evitar que la crisis agobie a los propietarios del taller (dos visitas en una semana… creo que está enamorado).
  • Muchos libros comprados, regalados, heredados y alguno robado.
  • Los padres que uno desea.
  • Un trabajo esquizofrénico, a veces necio, a veces lúcido, casi siempre desquiciante. 
  • Su compañía. Y la tuya.
  • Una salud de hierro que no apreciaré hasta el día en que me rehuya.
  • Un pasado, del que no me arrepiento.
  • Un futuro, que no me inquieta.
  • Un presente, aunque no me convenza.

Con este equipaje y algún otro bulto, me alcanza para avanzar.  O al menos, para no regresar.

Cosas que nunca me dije: búsqueda

Me busco, pero sólo encuentro retazos desordenados, trozos desenfocados de este puzle maldito que no consigo encajar. Y el tiempo, poco a poco, va quebrando la esperanza de encontrar la pieza que ensamble todos los fragmentos. ¿Y si mando a la mierda este detestable puzle y me compro un parchís?

Día 75 de ausencia: deseos

Un año más. O uno menos. Todo depende de la perspectiva. De la cara del cubo de barbaria en el que nos encontremos. De si vemos la botella medio llena o medio vacía. De si viajamos en el tren viendo el paisaje acercarse o alejarse.

Feliz 2010, aunque sea con un poco de retraso. Y que ojalá durante este año consigamos viajar al centro del cubo viendo el paisaje de frente y bebiendonos la botella, ya esté medio llena o medio vacía.

Día 60 de ausencia: hartazgo

Estoy rehaciendo mi vida. O al menos lo intento. Debería de estar feliz, sentir el entusiasmo que produce la posibilidad de emprender un nuevo camino. Y sin embargo….

Y sin embargo, no puedo evitar la injusta sensación de estar haciendo algo deplorable, reprochable, censurable. No puedo evitar la ¿inmerecida? sensación de ser un cabrón.

Y todo porque ELLA continúa sufriendo. Sus mensajes en mi teléfono cada sábado me recuerdan  su angustia.  «Sin ti, nada tiene sentido». Frases que se me clavan como alfileres. Mensajes que remueven mi conciencia, que consiguen su efecto y me hacen daño .

Sé que es injusto. Sé que sus palabras buscan provocar en mi una reacción que no se producirá. Sé que sus actos tienen un cierto tinte de chantaje emocional, quizás  accidental. Sé que no puedo hacer otra cosa. Sé que mi vida es mia y sólo yo debo decidir sobre ella. Sé todo eso.  Y aún así me siento egoísta. Egoísta por pensar en mi.

Y estoy harto.

Cosas que nunca me dije: reflexión

Pasamos gran parte de nuestras vidas rodeados de gente a la que queremos. Y sin embargo, pocas veces les decimos esas cosas que verdaderamente importan. Padres, hermanos, hijos, amigos, parejas…. en ocasiones nos resulta más fácil hablar de las cosas importantes con un desconocido que abrirnos a ellos.

Pero aún hay algo peor, si cabe.

Pasamos toda nuestra vida con nosotros mismos. Y sin embargo, pocas veces somos capaces de decirnos esas cosas que verdaderamente importan. Quizás por miedo o porque resulta más sencillo seguir avanzando en la vida sin escucharnos (lo que no se dice, no existe,…paradojico, no?) procuramos ocultarnos eso que sabemos de nosotros mismos y no nos agrada.

Estos dos últimos días me he dicho un par de cosas que no me había escuchado en los últimos cuarenta años. Me las he dicho y no me han gustado, pero las admito e intentaré reflexionar sobre lo que quiera que signifiquen:

– No soy una persona de fiar.

– He hecho muchas cosas EN mi vida. Pero no he hecho nada CON mi vida.

Día 37 de ausencia: presagios

Hace unos meses, cuando las disputas comenzaron a ensombrecer la devoción que nos profesábamos, escribí algo que –más allá de ser una simple ñoñería- presagiaba lo inevitable:

                   Eres mi contradicción.

Cierro los ojos para verte,

te  extravío para encontrarte,

te olvido para recordarte,

te aborrezco para gozarte.

                   Eres mi contradicción.

Cuando te pierdo me faltas,

cuando  me buscas me oculto,

cuando te tengo me sobras,

cuando te acercas te huyo.

                   Eres mi contradicción.

Realmente, yo soy mi propia contradicción. Y estoy cansado.

Día 36 de ausencia: percepciones

Cuando dos personas viajan en un tren sentados frente a frente, observando el exterior por la ventanilla, ambos creen estar viendo el mismo paisaje. Nada más lejos de la realidad. Una ve como los árboles, las praderas, los edificios, las estaciones se aproximan, haciéndose cada vez más cercanos. La otra ve esos mismos árboles, esas mismas praderas, esos mismos edificios y estaciones, pero más tardíamente, haciéndose cada vez más lejanos, cada vez más pequeños.

Esta experiencia (resumen de un pasaje magníficamente narrado por Benedetti en “Primavera con una esquina rota”, léanlo, no se arrepentirán) se repite en todos los ámbitos de nuestra existencia: hay personas que viajan por la vida viendo el futuro como algo hermoso que se acerca, mientras que otras sólo son capaces de ver el pasado alejándose.

¿Cuántas veces creemos ver el mismo paisaje cuando avanzamos por la vida en compañía de esa persona a la que amamos?. ¿Cuántas veces nos equivocamos y sólo –desgraciadamente sólo- nos damos cuenta de la falsedad de nuestras percepciones cuando decidimos seguir caminos diferentes, cuando decidimos bajarnos de ese tren que nos llevaba a un destino común?

Viernes, 04 de diciembre de 2009. 19:30 h. Me he sorprendido a mi mismo esperando otra de sus misivas. Creía haber abandonado ese tren. Juraría que me había bajado en la última estación y ni siquiera había mirado hacia atrás para no ver como se alejaba. Y ahora temo estar en medio de la vía, esperando ser arrollado por él.

La soledad es la más puta de las aflicciones: se antoja cuando falta y se odia cuando se consigue.

Día 32 de ausencia: injusticias

Dice Paulo Coelho en uno de sus artículos para la prensa:

«De todas las poderosas armas de destrucción que el hombre ha inventado, la más terrible es la palabra (…). Trata de ver si estás utilizando esta arma. Ve si están utilizándola contigo y no lo permitas.»

Nunca me sedujeron las novelas de Cohelo, pero sus relatos y crónicas periodísticas me agradan porque reunen con destreza brevedad y acierto.

Lo mismo me ocurre con Pérez Reverte y lo contrario con Andrés Trapiello. La última novela de éste autor leonés, “Los confines” -un precioso brindis a los amores improbables y las desgracias imprevistas-, guarda en tan sólo un párrafo estas verdades axiomáticas y, por ende, indiscutibles:

-“Ser feliz significa poder percibirse a sí mismo sin temor.”
-“El camino más corto hacia la felicidad es el amor, como el camino más corto hacia el amor es la desdicha.”
-“Existen los paraísos perdidos (…), los lleva uno dentro.”

ELLA está intentando percibirse como es sin que eso le produzca miedo, porque el miedo le ha hecho desdichada impidiéndole amar realmente y ser feliz.

Al menos eso es lo que ELLA piensa y lo que ELLA me dice: periódicamente me envía un correo a modo de diario en el que se descubre a sí misma sus miserias y carencias, buscando el camino de esos paraísos que todos llevamos dentro.

El fin de esas misivas, me dice, es sólo que yo las reciba, aunque no las lea, porque es algo que me debe y forma parte de su terapia de autoanálisis para afrontar mi ausencia.

Y yo las recibo. Y, naturalmente, las leo.

Y pienso que no es justo.

No es justo porque las palabras que contienen esas cartas me producen heridas. Son, como dice Coelho, armas terribles que me están impidiendo avanzar. Veo que las está utilizándo conmigo y no lo puedo permitir. No puedo consentir que lo que le hace bien a ella –si así es en realidad- me destruya a mí.

No lo puedo permitir porque acabaré odiando el recuerdo del tiempo que compartimos. Y eso no.

Día 26 de ausencia: recordando

6:33 Suena el despertador, como cada mañana de cada día laboral.
Hoy hace un mes que pasamos la última tarde juntos, sin roces, sin peleas, sin reproches.
Hoy hace un mes que la noche nos trajo el principio del fin.

Día 20 de ausencia: egoísmos

Deseo que ella se olvide de sufrir, de lo bueno que vivimos, del tiempo que cree perdido, de sus angustias, de sus culpas, de sus arrepentimientos. De mi.

Por puro egoísmo deseo que ella avance y supere todo esto con pasos mas amplios que los mios. Pero yo doy grandes zancadas, por puro egoísmo. Deseo que ella encuentre a quien le haga feliz y le cure las heridas. Por puro egoísmo.

«Como desees» han sido sus últimas palabras antes de borrar todo contacto que me recuerde. Es lo mejor, estoy convencido, para no prolongar la amargura, para dejar al tiempo hacer su cura. «Como desees». Eso es lo que deseo. Por puro egoísmo.


El motivo

Su ausencia ha enterrado un blog. Y ha hecho nacer otro. ¿El motivo? muy simple: volver a empezar. Aunque ya nada será lo mismo.

Ausencias del pasado